
“Durante los años de la guerra, la gente leía con avidez ‘Guerra y paz’ para justificar su propia actuación (no la de Tolstói, cuya actitud ante la vida nadie ponía en duda). Y el lector se decía: sí, claro está, mis apreciaciones son correctas. Está claro que es así. Aquel que tenía ánimos, leía con avidez ‘Guerra y paz’ en el sitio de Leningrado”…
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